Por eso, cuando algunos de estos factores se mezclan, vemos resultados sorprendentes como cuando la selección más antigua del mundo (junto a la de Escocia) vistió de amarillo. Todos, más o menos, relacionamos a los equipos, y también a los equipos nacionales con unos colores: así, el azul de Francia o Italia, el rojo de España o Bélgica, el naranja de Países Bajos, el blanco de Alemania o Inglaterra, el amarillo de Brasil o Suecia…